LA LEYENDA DE LOS CÍBORGS

Una Leyenda sobre la Belleza de las Diferencias

(Jardines de Ondarreta, en la ciudad de San Sebastián)



En el corazón de San Sebastián, donde el mar besa la arena y el viento susurra entre las plantas y los árboles, muy cercano a la playa de Ondarreta, y a las esculturas que peinan el viento, del «Maestro» Chillida, existe un lugar mágico: el jardín de los árboles misteriosos.  Su protagonista principal es el Tamariz. Los tamarices, arbustos antiguos y sabios que guardan secretos en sus troncos retorcidos.  


Hace muchos años, estos arbustos (para unos) y árboles (para otros) jóvenes y orgullosos, con ramas perfectas y hojas brillantes, empezaron a resquebrajarse y retorcerse, algo que hizo que algunos de los otros tipo de árboles y plantas como, encinas, drácenas, palmeras, caléndulas, pensamientos y prímulas…los llamaran con desprecio «los tronchados» porque, una parte de su tronco se curvaban de forma extraña, amenazando con romperse. Esos  árboles y plantas que se burlaban de ellos decían:  


—¡Mira ese feo matorral! Parece un tronco torcido —decían unas.  

—¿Para qué sirve un arbusto que ni siquiera puede sostenerse solo? —reían otros.  


Los «tronchados» sufrían en silencio, hasta que un día, un jardinero sensible, Pierre Ducasse, que sabía del acoso que otras especies hacían a los Tamarices, llegó con una increíble solución. Con cuidado, colocó gruesos tornillos de metal en sus troncos, uniendo las partes débiles. Los otros árboles rieron aún más:  


—¡Ahora son arbustos cíborg! ¡Parecen monstruos!  


Un aciago día, una tormenta feroz azotó el parque, muchas plantas y árboles «perfectos» cayeron... pero los Tronchados resistieron. Sus heridas, reforzadas con los injertos, los habían hecho más fuertes sus ramas, ahora firmes, los protegieron  y sus hojas les resguardaron de la tormenta.  

Fue entonces cuando las plantas y otros árboles  entendieron: aquellos tornillos no eran señales de debilidad, sino de supervivencia. Cada uno, con el tiempo, también necesitó sus propios tornillos: algunos para sostener ramas rotas, otros para sanar grietas ocultas. Y así, el bosque entero aprendió que lo que al principio parecía «defecto», en realidad era lo que los hacía únicos y resistentes.  


La lección del Bosque de los Injertos


Hoy, si caminas por Ondarreta y ves esos tornillos ya herrumbrosos por el paso de los años y el salitre, recuerda:  

  • Nadie es «raro» por ser diferente». Las «costuras» que llevamos (físicas o emocionales) son pruebas de que hemos crecido.  
  • Si ves algún compañero acosado ¡defiéndelo! Y busca el tornillo de supervivencia que necesita en ese momento.

    EL DINOSAURIO MARIO


    Consternación máxima en el Club “Solidaridad entre diferentes” de la fauna salvaje del Cantábrico por la desaparición del cuerpo del dinosaurio Mario.

    —¡Solo queda la cabeza! —exclamó, casi sin aire, el Txipirón de Getaria al entrar a trompicones en el Club. La Ranita de Igeldo, la Trucha Pachutxa y el Cangrejo de Ondarreta, que estaban enfrascados en un refrigerio digno de Instagram, se quedaron ojipláticos, observando cómo el Txipirón iba poniéndose más negro que el carbón.

    —¿Qué dices? —preguntó la Lagartija del parque Zubimusu, que estaba cómodamente instalada en una butaca, ojeando El Diario Vasco como quien busca descuentos en la sección de anuncios clasificados.


    Para quienes no estén al tanto, queridos lectores, el dinosaurio Mario apareció una noche de luna llena, encaramado en la ladera del monte Igeldo, justo al lado de las emocionantes atracciones que siempre tienen colas kilométricas. Era un vigilante improvisado de la obra de Cristina Iglesias en el faro de la isla Santa Clara. Sí, ese foso de latón corrugado con señales de viruela, que algunos insisten en describir como "enigmático" y que otros consideran perfecto para jugar a las canicas.


    El anuncio del Txipirón desató un maremoto de preguntas:
    —¿Qué ha dicho?
    —¿Qué ha pasado?
    —¿Dónde ha sido?
    —¿Por quién doblan las campanas?
    —¿Había pintxos de por medio?

    Cuando todos más o menos comprendieron que el cuerpo de Mario se había volatilizado como los calcetines en la lavadora, alguien propuso una votación para decidir si debían recuperar su integridad corporal. El ambiente se llenó de murmullos emocionales que cruzaban la sala como brisa marina... pero sin despeinar a nadie, claro.

    En medio del silencio incómodo, la estridente voz del Pulpo Txiripas resonó como una sirena de ambulancia:
    —¿Pero qué vais a buscar, si su cuerpo estaba hecho de hojas? ¡Que aquí ni siquiera tenemos un jardinero decente!

    Desde una de las columnas del Club, el Caracol Mirikol, que había trepado dejando un rastro de baba digno de película de terror, intervino:
    —Txiripas tiene razón. Solo quedarán hojas secas en el suelo. Y como llueva, serán compost.

    La Merluza del Cantábrico, que fregaba vasos detrás de la barra como una profesional del "slow life", alzó las aletas con determinación:
    —¡Vale, su cuerpo ya no está! Pero podemos usar su cabeza. La clonamos y la plantamos en otro sitio donde pueda seguir vigilando la bahía y la isla Santa Clara. ¿Qué os parece el monte Ulía? ¿El parque de Miramón? ¿El monte Urgull? Hay opciones...

    Todos los presentes quedaron pensativos, rumiando las posibilidades como si fueran vacas mirando al tren preguntándose si iba o venía. Al fondo, el silencio se recostaba, impertérrito, sobre los hombros de los asistentes.

    Una decisión de tal envergadura requería visión de conjunto, operatividad y, fundamentalmente, evitar que siguiera disminuyendo el número de socios del Club “Solidaridad entre diferentes”. Porque entre mudanzas, migraciones y algún que otro despiste, los miembros del Club iban a menos, y tampoco era plan de culpar otra vez al cambio climático.

    El dinosaurio Mario podía haber perdido su cuerpo, pero su legado como vigilante del Cantábrico y rey de las anécdotas seguía vivo. 

    Pero algo era seguro: si el dinosaurio Mario iba a tener un nuevo cuerpo, ¡sería el más fabuloso del Cantábrico!




    EL DESMÁN DE LOS PIRINEOS: UN HÉROE CON POCAS ESPERANZAS DE CONSEGUIR CITA EN ARTIKUTZA.

     


    07/11/2024 Donostia

    La estrella de la finca que el Ayuntamiento de San Sebastián posee en el municipio navarro de Goizueta, el noble y rarísimo desmán de los Pirineos, enfrenta la más que probable extinción. Apenas 40 ejemplares cuentan los naturalistas en este salvaje rincón del parque de Artikutza, que parece empeñado en convertir el amor en un bien escaso, casi tanto como los puntos de cruce de riachuelos románticos.

    La inminente desaparición de otro integrante de la fauna salvaje euskalduna ha provocado un entrañable movimiento de solidaridad entre los miembros del famoso club "Solidaridad entre diferentes". Una organización tan incluyente que, dicen, aceptaría a cualquiera que se sume, siempre y cuando sea amigo de un amigo, o cuente con al menos dos aletas o un par de patas webbed. La idea de este club surgió durante la última asamblea en la charca del parque Zubimusu, donde los miembros plantearon estrategias de bienestar para toda criatura que pueda al menos nadar (o medio nadar, como el caracol Mirikol, quien, todo sea dicho, se arrastra a todas las reuniones).

    Como era de esperar, el topillo Desmán, nuestro entrañable pero desafortunadamente malentendido "Desmán" (¡que nadie lo confunda con ningún tipo de desastre!), fue el centro de la última convocatoria. En una noble muestra de hermandad, acudieron al evento todos los miembros fundadores: el dinosaurio Mario (quien sigue afirmando haber venido por los snacks de algas), la merluza del Cantábrico, el txipiron de Getaria (siempre entre tinta y fuego), la trucha Pachutxa, el cangrejo de Ondarreta (con su pinza de puño en alto), la ranita de Igeldo (a quien últimamente se le hizo un homenaje), la gaviota Carlota (en plena fase "transición ecológica"), el dardo Petardo (experto en planificación estratégica), el caracol Mirikol (con su mochila-casa a cuestas, no se despega de ella ni en las asambleas), y el pulpo Txtipas, quien llevaba semanas practicando una coreografía de ocho pasos para animar el evento.

    Pese a las buenas intenciones, el principal desafío de esta noble causa es el amoroso y algo solitario topillo Desmán, que tiene más problemas para encontrar pareja que un cangrejo en medio de la autopista (como dijo el propio cangrejo de Ondarreta, a quien no le falta sinceridad). De vez en cuando, Desmán lanza suspiro tras suspiro en los arroyos, aunque sabe que las esperanzas de encontrar un alma gemela van disminuyendo más rápido que el caudal en plena sequía veraniega.

    Algunos de los amigos propusieron organizar una serie de citas a ciegas para él, en un formato que llamaron "Desmanes sin fronteras". La idea sería trasladar desmanes de otros valles en trenes ecológicos, con escala obligatoria en Zubimusu para las charlas introductorias de Mario. Sin embargo, el presupuesto sigue siendo tema de debate, y como bien señaló la gaviota Carlota: "Mira que bien sería si pudiéramos financiarlo con lo que sobre de las obras del Topo". —Sigue siendo una soñadora — comentó, el pulpo Txiripas, rascándose la cabeza con tres de sus increíbles brazos.

    ZUBIMUSU, EL PARQUE DEL ENCUENTRO Y LA SOLIDARIDAD CON LA RANITA DE IGELDO


    Un estudio de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Casi la mitad de las especies de anfibios del planeta, el 41% se encuentran en una situación de amenaza. Los anfibios viven en este mundo desde hace 200 millones de años, desde la época de los dinosaurios. Por este motivo en la última reunión celebra a en la charca del parque Zubimusu en Donostia, los asistentes territoriales junto con los invitados: el dinosaurio de Igeldo, la merluza del cantábrico,  el besugo de Orio, el txipiron de Getaria, la trucha Pachutxa y el cangrejo  de Ondarreta, se reunieron para crear una tormenta de ideas en cómo salvar a la ranita de Igeldo de la extinción.

    El dinosaurio Mario, mirando desde su atalaya, en la cima de Igeldo y como el más antiguo de todos, tomó la palabra y dijo: —"Amigos, debemos unir nuestras fuerzas para proteger a esta encantadora y diminuta ranita. Es nuestro deber cuidar de todas las criaturas que han compartido este planeta con nosotros durante tanto tiempo".

    La merluza del Cantábrico, nadando elegantemente en la charca de Zubimusu, asintió y agregó: —"Estoy de acuerdo, debemos tomar medidas inmediatas para proteger su hábitat. La contaminación y la destrucción del entorno natural son amenazas reales para todas las especies".

    El besugo de Orio, famoso por su agudeza mental y su sabrosa carne, propuso: —"Podríamos colaborar con los científicos y los expertos en conservación para establecer programas de reproducción en cautiverio y liberar a las crías en lugares seguros. Además, deberíamos concienciar a las personas sobre la importancia de preservar la diversidad de especies".

    El txipiron de Getaria, conocido por su rapidez, agilidad, y “estilo Pelayo” intervino: —"También podemos promover la creación de reservas naturales y zonas protegidas donde la ranita de Igeldo pueda vivir sin peligro. Asimismo, debemos controlar el uso de pesticidas y químicos que puedan afectar su supervivencia".

    La trucha Pachutxa, con su sabiduría ancestral, dijo: —"Es fundamental educar a las generaciones más jóvenes sobre la importancia de la conservación y el respeto hacia todas las formas de vida. Debemos transmitirles el amor y el cuidado por la naturaleza, para que sean guardianes responsables del medio ambiente".

    El cangrejo de Ondarreta, siendo el más tranquilo y reflexivo de todos, concluyó: —"Amigos, tenemos un desafío por delante, pero juntos podemos marcar la diferencia. Debemos unir nuestros esfuerzos, trabajar en equipo y ser persistentes en nuestra misión de proteger a la ranita de Igeldo y a todas las especies en peligro".

    Con un compromiso unánime, los asistentes territoriales y los invitados se comprometieron a tomar medidas concretas para preservar el hábitat de la ranita de Igeldo. Con la esperanza en sus corazones y la determinación en sus acciones, se dispusieron a enfrentar los desafíos y a proteger a esta pequeña y valiosa especie.

    Y así, en esa histórica reunión en el parque Zubimusu, comenzó una nueva era de colaboración y conservación, donde las especies se unieron en solidaridad para proteger la vida en todas sus formas y asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras.

    LA TRUCHA PACHUTXA, EL DARDO PETARDO, EL CARACOL MIRIKOL, LA GAVIOTA CARLOTA, TROMPETILLA Y EL PULPO TXIRIPAS, EN EL “PHOTOCALL” DESPUÉS DE LA REUNIÓN.

    EL DINOSAURIO MARIO DESDE SU ATALAYA VIGILA EL ENTORNO POR LAS AMENAZAS QUE SE CIERNEN SOBRE EL Y SUS AMIGOS.


    EL PARQUE ZUBIMUSU DONDE SE CELEBRÓ LA TORMENTA DE IDEAS PARA AYUDAR A LA RANITA DE IGELDO.


    Expectación ante un posible descubrimiento en el faro de la isla Santa Clara

    Después del desagradable desahucio del faro de la isla Santa Clara de la familia Telmo-Anoukel, compuesta por Daniel Telmo, Luisa Anoukel, su hijo Jack, la abuela Petra y la mascota Koy, hoy nos sorprenden con las fotos de la escultura “Hondalea” obra de la artista Cristina Iglesias, fotos tomadas por José Luis López, con la ayuda de la grúa de la obra.
    La escultura, “un viaje a las entrañas de la tierra” según el fotógrafo ha sido colocada después de horadar profundamente el suelo del faro. 
    Como bien conoces querido lector, la obra de Cristina Iglesias se está instalando en la casa faro de la isla Santa Clara después de expulsar a la familia Telmo-Anoukel del faro donde ellos vivían felices, y gracias a la connivencia del ayuntamiento donostiarra, algo que ensombrece su quehacer. 
    Lo que todavía no sabemos es, si al hacer la excavación se han topado con el laboratorio secreto que los padres de Jack Telmo tenían en el sótano del faro.
    Estamos expectantes por si aparecen los restos del laboratorio, donde se podría encontrar el informe confidencial que involucra a la siniestra Organización Anémona con los vertidos tóxicos que están asolando los mares